En un peculiar taller de costura en Noruega, las máquinas de coser trabajan a tope: enormes rollos de tela se apilan en el piso, mientras que las paredes están repletas de cajas con cientos de batas quirúrgicas ya dobladas y listas para enviar a los trabajadores de la salud que combaten la Covid-19 en este país del norte de Europa.
En realidad, este proyecto denominado “Sisters in Business” existe desde 2007, cuando Sandra Sandra Tollefsen y Farzaneh Aghalo se asociaron con la Agencia del Bienestar Público de Noruega, con el Ayuntamiento de Askerm, y con la empresa multinacional de muebles y accesorios para el hogar, IKEA.
Aquí, 14 mujeres migrantes pasaron de ser población vulnerable y excluida, a convertirse en un pilar fundamental, puesto que esta iniciativa logró, en estos años de existencia, incorporar a la vida laboral a mujeres que recién llegaban a Europa provenientes de situaciones violentas o de países en guerra.
La llegada del virus vista como oportunidad
Hasta antes de la Covid-19, la principal producción de este taller textil, era la manufactura de ropa de trabajo y regalos corporativos, pero al llegar la pandemia, a principios de 2020, las máquinas de coser pararon y los talleres se vieron obligados a cerrar, puesto que el confinamiento obligado durante la cuarentena hizo que perdieran a sus principales clientes: los restaurantes.
Sin embargo, y justo cuando las mujeres migrantes aquí empleadas habían recibido el aviso de que iban a ser temporalmente despedidas, un inesperado pedido reactivó el negocio en el momento de mayor incertidumbre para estas mujeres como para el proyecto mismo.
¿La razón? Sisters in Business recibió un pedido urgente para manufacturar 100 batas quirúrgicas; este pedido llegó además en un tiempo especialmente difícil para Noruega, un país que depende mucho de las importaciones, y que debido al cierre de muchas fronteras, a raíz de la crisis sanitaria, comenzaba a requerir abastecerse con rapidez de una gran cantidad de insumos para el personal médico.
Rápidamente los talleres de costura dieron un giro a su línea de producción y recibieron apoyo para responder al inusitado pedido: por un lado, IKEA donó dinero para comprar máquinas de coser nuevas; el Ayuntamiento de Asker les proporcionó instalaciones más amplias, y algunos estudiantes se ofrecieron como voluntarios para imprimir botones 3D cuando éstos se acabaron.
Así, desde abril hasta la fecha, estos talleres de mujeres migrantes han registrado más de 3,000 pedidos de batas quirúrgicas para satisfacer la necesidad de todo el país. Y mientras otras empresas se han visto obligadas a cerrar o reducir su plantilla laboral en estos tiempos de incertidumbre económica, Sisters in Business en cambio, se vio incluso en la necesidad de contratar a tres nuevas costureras para poder responder al ritmo y la cantidad de nuevos pedidos de ropa médica que van recibiendo.
Quienes reciben ayuda también ayudan
Pero además de ser una fuente de trabajo segura, estos talleres textiles se han convertido también en una importante red de apoyo social para las mujeres migrantes: aquí las ayudan con algunos de sus trámites legales y las capacitan durante un año en costura; algunas de ellas se integran al negocio incluso sin haber cosido jamás, o haber sostenido una aguja o un par de tijeras en su vida, pero al incorporarse a este proyecto, les cambia la vida, pues las fundadoras de esta iniciativa consideran que esto es “un negocio familiar”, donde es preciso ayudarse entre todas.
Quienes pertenecen a Sisters in Business son mujeres que provienen de países como Afganistán, Algeria, Pakistán o Somalia; países de donde tuvieron que salir huyendo a causa de la violencia y la guerra. Por lo general, su llegada a territorio europeo suele ser bastante hostil y ellas experimentan grandes dificultades para buscar y encontrar empleos dignos.
Zainab Mohsini, una de las mujeres que pertenecen a este negocio en cooperativa, afirma que estar entre mujeres las hace sentirse libres y su familia las apoya: «Mis hijos están muy orgullosos, no solo de mí, sino de todas las mujeres. Me ayudan a llegar al trabajo a tiempo. Si yo puedo ayudar a la sociedad con mi pequeña aguja e hilo, ¿por qué no debería hacerlo?»
Sandra Tollefsen y Farzaneh Aghalo, las fundadoras de este negocio con impacto social, afirman que “contratar solamente a mujeres ha sido una elección consciente”, puesto que emplear a hombres reduciría las oportunidades de trabajo para ellas y aumentaría su vulnerabilidad en su proceso de integración a su país de acogida.
Cuando llegan, algunas trabajadoras no saben leer ni escribir. «Yo les ayudo a rellenar sus documentos públicos. Ellas saben que aquí siempre recibirán apoyo, que aquí hay hermandad», dice Farzaneh Aghalo, una de las creadoras de Sisters in Business.
Por su parte, Sandra Tollefsen, el otro pilar de este emprendimiento, asegura que «la mayoría de estas mujeres tiene muy poca educación formal y casi ninguna experiencia laboral; además, ellas cargan sobre sus espaldas la mayor parte de las tareas del hogar y del cuidado de sus familias. Esto no siempre es posible de conciliar con el ritmo de la vida laboral aquí en Noruega, (por eso) queríamos hacer algo al respecto».
Hoy ambas fundadoras de Sisters in Business tienen la esperanza de que sus talleres se conviertan en el futuro en un modelo productivo a nivel nacional, puesto que el negocio proporciona empleo seguro y sostenible a mujeres migrantes que vienen de situaciones peligrosas o países en guerra, mientras que también logra integrar, en la vida social y productiva de Noruega a esta población altamente vulnerable.
Con información de la ONU y Sisters in Business