El pasado marzo de este 2020, que a muchos nos ha parecido fugaz porque es como si no hubiéramos tenido oportunidad de vivirlo, y que al mismo tiempo nos ha parecido interminable, porque es como si no se viera la luz al final del túnel, en ese momento, en ese mes de marzo que hoy parece cercano y lejano a la vez, aquí en Corresponsal de Paz vimos una gran oportunidad para contar todas aquellas historias y noticias de una humanidad que despertaba de golpe ante la llegada de un extraño virus; un virus que en su rápido avance nos fue separando de muchas formas de vida, y de muchas vidas… y que nos fue también obligando a unirnos y reunirnos de otras maneras…
Y todas esas noticias de personas empeñadas en ayudar a otras en medio de una adversidad repentina, nos iban llegando desde cientos de lugares y culturas, aparentemente apartadas y diferentes unas de otras: balcones que se abrían aquí y allá para aplaudir o para cantar, iniciativas de organización ciudadana para llevar comida o aliento a los demás, mensajes individuales y colectivos de gente afortunadamente obstinada en no dejar morir el humor, el arte, la empatía y la esperanza… Todas estas historias y noticias nos llegaron desde todos los lugares donde el virus iba haciendo presencia, y eran historias en todos los lenguajes, hechas desde todas las profesiones y oficios y desde todas las creencias y religiones…
Fue movidos por esta “humanidad que despertaba” que en Corresponsal de Paz decidimos abrir en ese momento, toda una sección especial a la que pusimos por título “el virus que unió a la humanidad”…
Pero conforme fue pasando el tiempo, tomamos luego la decisión de guardar un prudente silencio, no porque las buenas noticias y las buenas iniciativas hubieran parado, (porque nunca pararon) sino que quisimos así aportar un espacio que no contribuyera más al exceso de ruido e información de la que todos nos fuimos saturando poco a poco… y lo hicimos también con el ánimo de que ese silencio con el que contribuimos, nos permitiera tener a todos, (incluidos nosotros mismos, por supuesto), un tiempo y un espacio para reflexionar sobre lo que nos estaba sucediendo como humanidad…
Así que, durante varios meses, fuimos viendo cómo los gobiernos y los Estados de prácticamente todo el mundo se encontraron muy pronto superados; superados no solo por el avance del virus y de la pandemia, sino por sus actuaciones a veces con exceso y a veces con falta de control social, pero sobre todo, con mucha ausencia de empatía ante una ciudadanía que se descubrió global casi de un mes por el otro, y que no tuvo más remedio que empezar a responderse a sí misma en todas sus necesidades, en todos sus temores y en todos sus dolores…
Y tras callar y observar, y después de este espacio de silencio de algunos meses, aquí en Corresponsal de Paz, hoy, al finalizar este año, no solo seguimos convencidos de que este ciertamente ha sido un padecimiento que nos unió como humanidad, sino que ha sido también, y en realidad, un virus que nos ha empujado a cambiar… un padecimiento que de alguna forma, incluso nos ha venido a iluminar en nuestros lugares y nuestros sentimientos más oscuros…
¿Cómo puede ser esto posible? se preguntarán algunos… pero lo cierto es que durante este tiempo, durante este extraño y durísimo 2020, todos nosotros nos abrimos, sin más remedio, a la tristeza de las despedidas, nos abrimos a la incertidumbre por el futuro, y nos abrimos al temor por nuestro día a día…
Todos nosotros nos abrimos, sin más remedio, a la vulnerabilidad. A esa sensación que nos conecta con la propia fragilidad y que nos hace estremecernos de muchas maneras… y gracias a ese estremecimiento es que nos volvemos capaces de sentir, pensar y actuar desde otro lugar de la existencia.
Estamos sin duda no solamente frente a un gran cambio o una serie de grandes cambios: estamos sin duda ante una mutación como humanidad, porque todos estamos, muy literalmente, aprendiendo a respirar y a vivir de otra manera.
Quienes han perdido a un ser querido, o a alguien cercano o incluso a algún conocido, han ido tomando consciencia, de esa otra manera y desde ese otro lugar, de lo que significa nuestro fugaz paso por la vida…
Yo personalmente he escuchado y he sabido de muchas personas que salieron con bien del Covid19, personas que tras vivir el paso de este virus atravesando su cuerpo, han tenido cambios posteriores muy significativos, cambios físicos por supuesto, como el cansancio o el refinamiento del gusto y también del olfato cuando regresa… pero sobre todo, han sentido como nunca antes el agradecimiento: agradecimiento por la ayuda que recibieron de otros mientras su cuerpo biológico vivía esta lucha interna… agradecimiento posterior por haberse recuperado y poder continuar con la propia vida, y agradecimiento también por las vidas de quienes todavía están en su mundo y a su alrededor.
A causa de la pandemia, o quizá precisamente, gracias a ella, poco a poco hemos ido aprendiendo a sentirnos sin tocarnos, a sonreírnos solo con la mirada, a conectarnos de cerca y de lejos en una distancia que nos duele y que a la vez nos salva… porque a fin de cuentas seguimos buscando esa proximidad que nos hace humanos… y a pesar de que todos intuimos en el fondo que todo ha cambiado, que nada podrá volver a ser igual y que todo a nuestro alrededor está mutando con consecuencias que aun desconocemos, todos seguimos buscando también, y de cierta forma, algo similar a la continuidad de la existencia…
En todo el mundo, inevitablemente y sin remedio, hemos tenido que despedir a los que partieron de este plano con rituales nuevos; rituales propios e internos que son en esencia menos públicos y quizá por lo mismo, mucho más sinceros… porque a través de estas partidas y lejos de los ritos funerarios que hasta ahora habíamos practicado y que nos habían definido, también hemos aprendido que el duelo, a fin de cuentas, es un proceso personal e íntimo, y que la muerte, (o eso que nosotros llamamos “muerte”), puede acontecernos a cualquiera de nosotros en cualquier momento y sin aviso previo…
Estamos hoy frente a esa oportunidad única de aceptar que este es el tiempo que nos ha tocado vivir, y estamos ante la oportunidad única de actuar en consecuencia…
A algunos de nosotros nos ha dado por ordenar nuestras cosas y nuestras casas… a algunos otros este tiempo especial los ha llevado a replantearse la vida de otra forma más auténtica… a otros los ha llevado de vuelta a retomar el camino de sus sueños más preciados, o a recordar cosas que creían olvidadas…
He leído, he sabido y he escuchado también de cómo el confinamiento ha llevado a muchas personas a dormir profundamente a lo largo de semanas, o por el contrario, a estar despiertos a deshoras con insomnios interminables… y otros muchos también han contado que las pesadillas más infantiles y lejanas volvieron a desvelarlos durante noches o días enteros… y todos estos “patrones de vida y de sueño” trastocados, también han sucedido en todo el mundo, a gente de todas las culturas, naciones y credos por igual.
Por eso yo difiero de la narrativa que impera. Este virus, no es necesariamente “el enemigo”, como muchos insisten en llamarlo. Este virus tampoco es oscuridad… quizá más bien lo que sucede es que, a veces, la entrada repentina de la luz en un cuarto que antes estaba oscuro, o que estaba oculto en el sótano, nos lleva directamente a percatarnos de todos esos lugares que toca limpiar, porque ahora esos rincones que antes evitábamos ver, están de pronto totalmente iluminados y expuestos a una nueva luz…
La desigualdad social, la inequidad económica, el daño hecho durante años a nuestra casa planetaria, el uso y abuso que hemos perpetrado en contra no solo de nuestra propia especie, sino también y sobre todo de nuestros compañeros de planeta, de los animales y de los recursos que les pertenecen a ellos, que le pertenecen a la vida misma y no solo a nosotros… todo esto y mucho más, es lo que hoy vemos con tanta claridad…
Todo esto y mucho más no es nuevo: ya estaba ahí antes, pero esta situación nos ha casi obligado a ver y sentir con más nitidez lo que le hemos hecho al mundo… por eso creo que este virus nos está mutando, nos está haciendo respirar la vida de forma diferente, y está iluminando los oscuros rincones de nuestro actuar que hace tanto tiempo necesitaban ser vistos y ser iluminados para poder así ser limpiados y arreglados.
Y sin embargo, al mismo tiempo, lo cierto es que este ciclo que estamos cerrando al terminar este rarísimo 2020, también ha iluminado aquellos lugares del corazón de hombres y mujeres de todo el mundo que se han entregado a la tarea de cuidar de los otros, o de no dejar que el arte muera, o de tener espontáneos actos de humanidad que luego se han convertido en tendencia y en algunos casos, hasta en movimientos sociales renovados…
Muchos hemos llorado y nos hemos alegrado el alma con los cantos y los aplausos desde las ventanas, o con el esfuerzo sobrehumano del personal médico de todo el planeta, o con miles de iniciativas que han intentado y que siguen intentando aun hoy, ayudar al otro, aliviar su necesidad o su dolor, o solamente (que no es poca cosa) hacernos reír por un instante con un guiño o una ocurrencia… y todo esto nos sucede porque, para bien o para mal, nuestra sensibilidad es ahora también diferente:
Sí. Definitivamente estamos cambiando, estamos mutando como planeta y precisamente por eso es que hoy se hace tan necesario otro tipo de relato, otra narrativa que nos permita ser vulnerables y humanos, pero sin tener que inyectarnos de temor y miedo para que obedezcamos.
Aquí en Corresponsal de Paz, donde llevamos más de 11 años apostando por un periodismo que sea capaz de contarnos otro mejor relato del mundo, seguimos convencidos de lo que dijimos al principio de la pandemia: este es el virus que ha unido a la humanidad y por lo tanto, también sostenemos que sus efectos han venido a iluminarnos…
Y si el año que termina fue para este planeta el año de la pandemia, el año de la enfermedad global, nosotros queremos hoy desear que el año que inicia, que este 2021 sea para todos el año de la esperanza… y que los años que han de venir después de este tiempo, puedan ser recordados como un tiempo en que la humanidad se dedicó a curarse y sanarse, no solo de un virus y no solo del cuerpo, sino del Alma-Mundi, y de encontrar poco a poco en la forma en que queremos ser y estar en el mundo de seres humanos sanos, en todas sus dimensiones.
Por eso, desde Corresponsal de Paz, con historias esperanzadoras que nos sostienen siempre, y con narrativas para un mundo mejor, les deseamos una muy venturosa entrada de este nuevo año y este nuevo ciclo.
ELENA 1 enero, 2021
Cristina Avila. Nuevamente me emociono al leerte. No cabe duda que la paz la llevas por dentro y la trasmites con mucho amor y esperanza. Muy cierto todo lo que dices, lo que sientes, lo que percibes. Describes muy bien mucho de lo que yo he sentido este año. Gracias por estar tan presente y ser tan respetuosa de guardar silencio y no ser parte de esta vorágine por compartir y utilizar los medios digitales sin recato.
Te admiro, respeto tu trabajo y te quiero.