Llega otro duro día para Sanjukta Lal, pensando en que tiene unas 500 bocas que alimentar. Diariamente y sin falta, Lal prepara arroz y pollo para un sinnúmero de perros callejeros. Aun durante la orden de confinamiento nacional, ella sale a la calle para dejar la comida en varios lugares de la ciudad de Puducherry, en el sur de la India.
Lal es una de las amantes de los animales que cuida de algunos, solo algunos de los 35 millones de perros en situación de calle que deambulan por las calles de India, muchos de los cuales, debido a la ausencia de gente que deje algo de sobras o desperdicios, no pueden encontrar comida durante el mayor confinamiento del mundo para detener la propagación de la COVID-19.
Con el cierre de las tiendas y los restaurantes desde el 25 de marzo hasta el 18 de mayo, como mínimo, el principal y obligado sustento de estos canes sin hogar ha desaparecido, porque ya no hay basura ni quien tire algo que sirva para comer.
Anticipándose a este problema, la Junta de Bienestar Animal de la India publicó esta carta dos días antes de la entrada en vigor de las restricciones en la que declaraban que “alimentar a los animales de compañía y los animales en situación de calle es un servicio esencial». La misiva instaba así a las ciudades de todo el país, a permitir dar de comer a los animales durante el confinamiento ya que, sin esa ayuda, un gran número de ellos seguramente «sufriría y moriría».
Otras ciudades, como Delhi y Jaipur, incluso han emitido “pases especiales” que permiten que la gente salga de casa para cuidar y alimentar a animales que están solos en las calles, y que en India no son solo perros y gatos, sino también vacas, aves y hasta algunas especies de monos.
Y la mayoría de las personas que realizan esta labor hacia los abandonados, lo hace con el dinero de su propio bolsillo, como la propia Lal, que es voluntaria del Bark India Charitable Trust, y que a veces se queda fuera de casa hasta la 1 de la mañana dando de comer a los perros. Activistas como ella hacen todo lo posible, todo lo que está a su alcance, pero eso nunca es suficiente, no basta, según cuenta ella misma en una entrevista telefónica. «Hay animales que pasan mucha hambre, que se quedan sin nada de alimento durante días y días… Y después, a lo mejor y si hay suerte, reciben algo, un poco de comida para luego volver a la espera».
En Puducherry (antes Pondicherry), la mayoría de los 240 000 residentes de la ciudad se han quedado en casa. Los perros que ve Lal están «más relajados» y «tumbados por la calle», cuenta, porque por una vez en su vida pueden descansar, pues no hay coches pitándoles para que se muevan.
La situación no es tan pacífica en el norte del país. Harshit Sharma lleva un par de años dejando comida para los perros callejeros en Ghaziabad, un suburbio de Delhi, la segunda ciudad más grande de la India con más de 11 millones de habitantes. Sharma afirma que ahora los perros se han vuelto más territoriales y agresivos. Resulta muy perturbador porque los perros infectados con la rabia pueden transmitirla con mordiscos y la India registra la cifra más alta de casos de rabias del mundo, con hasta 20 000 al año.
Con pandemia o sin ella, lo cierto es que alimentar a los animales hambrientos que están abandonados y deambulando solos por las calles de nuestras ciudades modernas no es algo aceptado universalmente. En India por ejemplo, en la famosa ciudad de Agra, y célebre a nivel mundial por albergar el magnífico Taj Mahal, muchas personas han sido hostigadas por hacer algo tan humano como dar alimento a perros que la gente llama “callejeros”.
Ahí mismo en Agra, en esta ciudad cuna de una de las maravillas del arte, vive Vineeta Arora, dueña del refugio para animales de Agra Casper’s Home; ella cuenta, por ejemplo, que “un tendero le dio una paliza a uno de sus voluntarios solo por dar de comer a los perros demasiado cerca de su almacén”, mismo que, de hecho, estaba abierto de manera ilegal por ser época de obligado confinamiento. Y aunque el gobierno intenta apoyar para que las personas cuiden de estos millones de animales que viven en la más absoluta precariedad, son muchas veces los propios ciudadanos quienes lo impiden o hasta hacen justicia por su mano, sea en contra de los animales abandonados o de sus cuidadores voluntarios.
El aumento de abandonos
La crisis sanitaria por el Covid-19 ha llegado en un momento en que los perros en situación de calle (y que suelen ser «indies», un término afectivo para las razas autóctonas de la India) han ganado paulatina popularidad, ya que las adopciones han aumentado en los últimos años. Sin embargo, ahora los abandonos de perros se han disparado en todo el país, en parte debido a los miedos infundados a que las mascotas contagien del coronavirus a los humanos.
Las tiendas de mascotas y los centros de cría han cerrado, muchos de ellos abandonado a los animales dentro. La Junta de Bienestar Animal ha enviado un “aviso urgente”, implorando a las autoridades que evacúen estos establecimientos y salven a los seres que fueron dejados ahí.
Mientras comprobaban estos centros descuidados, Arora y su equipo encontraron unos cachorros que habían muerto lentamente de hambre en un mercado local. Arora cuenta que, además, los trabajadores voluntarios de rescate de animales también deben buscar perros atrapados en casas particulares, cuando sus dueños han enfermado o están pasando la cuarentena aislados en otros lugares. «Había un médico infectado con coronavirus y habían llevado a toda su familia a un hospital, pero se olvidaron de atender o liberar al perro labrador que tenían. Por fortuna, las autoridades finalmente lo rescataron un día después», explica ella por teléfono. Pero hay muchísimos casos similares, y Arora va intentando colocar y encontrar nuevos hogares para estos animales que se han quedado de pronto sin hogar o sin refugio.
Con 42 000 casos de coronavirus confirmados en la India, algunos dueños están abandonando a sus mascotas «Lo hacen así, sencillamente porque ya no creen que sea seguro tener perro (…) pero lo cierto es que también hay gente que solo quiere deshacerse de sus perros, y está aprovechándose del virus», afirma Harshit Sharma, que reside en la mega-poblada ciudad de Delhi al norte de India.
Por el sur del país parece que las cosas con los ciudadanos y sus mascotas no es muy distinta. Sudha Narayanan, fundadora del Charlie’s Animal Rescue Centre en Bengaluru, dice que recibe una media de cinco llamadas y dos emails cada día, y son de gente que quiere abandonar a su mascota; esta situación ha tenido un aumento de un 30 por ciento, con respecto a cómo eran las cosas antes de la pandemia y del confinamiento ciudadano. Narayanan dice que intenta disuadir a estas personas, pero cuando cuelgan tiene la «mala sensación» de que van a ignorar sus consejos y van a dejarlos a su suerte.
La situación de dueños que abandonan también se repite en la ciudad de Agra, y la rescatista Arora dice que ella también ha intentado asesorar a los dueños para disuadirlos de abandonar a sus mascotas o deshacerse de ellos… pero no tiene mucha esperanza de que la escuchen, y en su refugio no han adoptado a ningún perro desde principios de 2020.
Hay esperanza en el futuro
Pero a pesar de todo, y quizá porque están acostumbrados a lidiar con la desazón y el dolor ante la indiferencia, los activistas que trabajan con animales en situación de calle van encontrando algunos “puntos positivos” de todo esto, porque el efecto de la pandemia también ha logrado que muchas personas ahora volteen a ver a los animales de otra manera, una emoción que esperan pueda persistir cuando termine la crisis sanitaria.
En Puducherry, por ejemplo, la activista Lal ha observado que, además de ella, ahora también más familias dejan comida frente a su puerta para que los perros que están vagando por las calles tengan al menos la oportunidad de comer algo antes de seguir su camino sin rumbo fijo.
También en el área de Delhi ya varios ciudadanos y organizaciones están involucrándose en estas labores de proveer alimento y agua, y así los activistas tienen más voluntarios que permiten redoblar esfuerzos y, con suerte, llegar a ayudar a más cantidad de animales sin hogar. Sharma, quien vive en el suburbio de Ghaziabad en Delhi cuenta la siguiente anécdota que ejemplifica este cambio de actitud y de mentalidad:
«Hay un perro aquí en mi calle y el otro día fui a darle de comer. Me preocupé porque no probó el alimento… pero luego un guardia de seguridad me dijo que varias personas vienen a alimentarlo pensando que no tiene nada (…) ‘alguien aparece aquí cada dos horas y trae comida para el perro porque creen que tiene hambre, pero ahora está muy bien, por eso ya no quiere más por ahora’, me dijo el hombre”