“La Casa de los Periodistas” recibe cada año en su albergue de París a una treintena de informadores que llegan a su puerta maltrechos, torturados y asustados. Son las voces críticas del mundo pidiendo una tregua. En sus siete años de existencia, esta iniciativa francesa ha acogido a 162 periodistas de 47 países; en el exilio, algunos logran rehacerse y olvidar, pero pocos –muy pocos- logran recuperar la voz perdida.
Cada año, miles de personas desplazadas aumentan la tragedia de los refugiados en el mundo. Pero cuando quienes deben exiliarse son periodistas, el drama aumenta por doble partida, pues su país de origen habrá perdido una voz disidente, tan necesaria para el avance democrático de cualquier nación… y ellos, los comunicadores refugiados, son condenados al silencio, a cambio de conservar la vida.
En los últimos días, Irán se ha convertido en la mayor prisión para periodistas, con el súbito encarcelamiento de unos 30 comunicadores opositores al régimen del aún presidente Mahmud Ahmadinejad. Pero la trayectoria represiva de la República Islámica es larga. En el año 2000, y tras entrevistarse precisamente con un reportero iraní que había huido de su país, la periodista de radio Danièle Ohayon se decidió a crear un refugio para los compañeros que enfrentaban la persecución en sus naciones de origen, y que llegaban a Francia en demanda de asilo.
“La Maison des journalistes” (La Casa de los Periodistas) nació oficialmente en 2002 con el apoyo incondicional de Philippe Spinau, también comunicador, actual director de la iniciativa, y compañero de Ohayon en la aventura que en aquel entonces parecía una locura: crear un lugar de resguardo especialmente pensado para aquellos que eran perseguidos en sus países por la fuerza de sus palabras, expresadas en los medios.
“Escuchaba muchas historias de compañeros exiliados, y como periodista que soy, me sentí especialmente involucrada. Sentí que tenía que hacer algo más que contar su experiencia. Para mí ellos eran héroes que habían dado todo por intentar un cambio en su país, y al huir, se convertían de pronto en vagabundos, en desconocidos invisibles para el mundo que ellos habían intentado mejorar”- afirma Danièle Ohayon en entrevista con Corresponsal de Paz.
La opción: refugiarse en el silencio
El drama de los refugiados alcanza hoy escandalosas y poco fiables cifras de más de 40 millones de personas, una emergencia humanitaria en sí misma, producto de otros desastres globales que ni siquiera la Agencia para los Refugiados de la ONU, (ACNUR) puede determinar con exactitud. Y resulta aún más difícil contabilizar cuántos de estos “seres humanos sin hogar” eran o son, periodistas en activo.
De acuerdo a la organización internacional Reporteros sin Fronteras (RSF), en 2009 había 145 comunicadores, 9 colaboradores y 68 ciber-disidentes encarcelados, mientras que 35 periodistas ya perdieron la vida en lo que va del año… todo esto, antes de los actuales acontecimientos en Irán, que han disparado las cifras represivas.
Pero ¿cuántos de ellos están ahora mismo perdidos en alguna frontera, escondidos, o buscando desesperadamente la forma de abandonar su país? Imposible saberlo a ciencia cierta.
Y esta ignorancia, este “sobrevivir en la clandestinidad”, aumenta no sólo el peligro, sino los traumas ulteriores de quienes logren llegar a un destino nuevo, más seguro pero incierto, porque ahí a donde vayan, habrán de enfrentar sin remedio, a la pérdida de su voz.
“Los periodistas que están amenazados resisten a veces años antes de tomar la decisión de huir (…) cuando eso sucede, significa que una voz, un testimonio ha decidido finalmente rendirse a las presiones (…) con esta acción, el país en cuestión perderá un testigo, un pensamiento que estaba intentando cambiar las cosas, pero es el comunicador quien más pierde, porque deberá enfrentarse al silencio y al olvido, y deberá empezar su vida de nuevo, prácticamente desde cero”
Para Prisca Orsonneau, la encargada de la oficina de refugiados en Reporteros sin Fronteras (RSF), las diversas corresponsalías que esta organización de ayuda a periodistas tiene por el mundo, son la clave y el termómetro para “monitorear”, en la medida de lo posible, a los comunicadores que podrían ser sujeto de una presión tan grande que los obligue finalmente a dejar su país en busca de asilo político.
Anualmente, Reporteros Sin Fronteras atiende a un promedio de entre 100 y 120 periodistas que buscan asilo en territorio francés, aunque también tienen identificados a quienes –por diversas razones: de cercanía, de lengua o simplemente de urgencia- han decidido refugiarse en otras naciones. Para esta organización, el número de informadores en peligro por cada nación, es directamente proporcional al estado que guarda la libertad de expresión en cada país en particular y en el mundo en general.
Las voces torturadas necesitan mucho más que una casa
Desde que abrió sus puertas hace ya siete años, la “Maison des Journalistes” ha acogido en sus instalaciones a 162 periodistas que han llegado a Francia huyendo de la represión de gobiernos, de milicias, de grupos paramilitares o del crimen organizado, cuyas persecuciones les hicieron intolerable la estancia en sus propios hogares.
Y así, la Casa de los Periodistas se erige como un ejemplo exitoso de convivencia multicultural, forzada en este caso por la terrible situación que cada comunicador arrastra a sus espaldas. Los separa la procedencia y el idioma, pero los une una macabra historia similar: amenazas, arrestos, torturas, daño físico a veces y psicológico siempre… y los une sobre todo el valor de querer continuar con vida, y la esperanza de recuperar un día la libertad de su voz, sin embargo, en el fondo, la mayoría sabe, intuye, que la profesión de periodista, quedará atrás, igual que ha quedado su patria.
“La situación y el número de periodistas que piden asilo depende mucho de las condiciones políticas y la libertad de expresión que hay en el mundo –dice Danièle Ohayon, fundadora del refugio para comunicadores– entre nuestros acogidos hay países siempre recurrentes, como Irán, Camerún, Irak, Afganistán, Eritrea… hay naciones donde pasa el tiempo y las cosas no cambian para ellos, como en Birmania o en China, por ejemplo”
Dice mucho el hecho de que en menos de una década, informadores de 47 países han vivido ya en la Casa de los Periodistas. No hace falta leer entre líneas. Así está el mundo en términos de la libertad para expresarse.
Según el informe 2009 de “Freedom House”, apenas el 17% de la población mundial tiene acceso a una prensa libre.
De acuerdo a las últimas cifras (2008) de Reporteros sin Fronteras, África es el continente de donde proviene el 38% de los periodistas refugiados, seguido por el Magreb y Medio Oriente (30%), Asia (20%) mientras que a América corresponde un 7% y finalmente a Europa un 5%.
Y por desgracia, la demanda aumenta. Si RSF atiende a un centenar de periodistas exiliados, a la Casa de los Periodistas sólo podrán acceder 30 por año. El programa de acogida contempla una estancia de 15 comunicadores cada 6 meses. No es suficiente, y sin embargo, el programa tiene sentido:
“Ellos llegan aquí completamente rotos, y la mayoría ha soportado una media de 5 años antes de decidirse a huir, casi siempre por cuestiones de vida o muerte; pero invariablemente hay por detrás de una historia de terror y de heroísmo entremezclada (…) el nivel de estrés que sufren es tremendo, muchos han estado en prisión, han sido torturados… han sufrido todo tipo de violencias a causa de su profesión; por eso, nuestro trabajo en estos 6 meses es intentar rearmarlos, sanar sus heridas físicas y psicológicas, devolverles la confianza en ellos mismos y en el mundo”.
Bajo la batuta de Danièle Ohayon y la dirección de su colega Philippe Spinau, la Casa de los Periodistas entrega mucho más que una habitación para los refugiados. Todos ellos reciben clases de francés (porque la mayoría, más del 70%, no entiende el idioma de su nuevo país) reciben atención médica y tratamiento psicológico, servicios de abogacía para el proceso de solicitud de asilo, dotación alimenticia, tarjeta de transporte, guía laboral… y quizá lo más importante: la posibilidad de expresarse nuevamente en «L’Oeil de l’exilé» (El ojo del Exiliado) un periódico antes escrito y ahora también en digital, donde ellos pueden “retomar su voz”, acallada por la violencia.
El esfuerzo es grande, y los fundadores han logrado involucrar en la iniciativa a todos los grandes medios de comunicación franceses, que aportan la mayor parte del financiamiento para los 300,000 euros anuales que cuesta mantener en pie a la “Maison des Journalistes”, aunque para programas específicos, también reciben ciertas ayudas del Fondo Europeo para los Refugiados, de la municipalidad de París, y de otras organizaciones “afines”, como Reporteros Sin Fronteras, que aporta el 50% de los servicios jurídicos para los residentes de la casa.
Nadie quiere irse de su país, pero…
Remy Ngono escapó de su natal Camerún en 2004. Lo hizo con la ayuda de un amigo abogado y logró llegar a Italia, en donde pasó un mes antes de dirigirse a Francia. Periodista en activo hasta ese momento, era el director de RTS, (Radio Televisión Siantou) la emisora privada más importante del país africano.
“Yo lo único que hacía era decir la verdad, decir que los ministros y el gobierno de Camerún eran corruptos –explica Ngono por teléfono- no era mi intención irme, nadie quiere irse de su país… yo amo a mi país, pero ya no me era posible vivir ahí (…) era necesario por mi vida y por la vida de mi familia, pero fue una decisión muy difícil, porque tuve que dejar todo atrás”
Remy fue encarcelado más de 10 veces. Torturado en varias ocasiones por las fuerzas del orden camerunesas. Más de una vez paró en el hospital, herido. Su persecución e intimidación estaba documentada por RSF y otras organizaciones con fechas entre 2001 y 2003, hasta que finalmente, la situación fue insostenible.
Vivir en la Casa de los Periodistas le permitió a Remy recobrar fuerza y esperanza, aunque tuvo que aguardar un año antes de que le fuera asignada una habitación en este albergue francés, hecho ex profeso para comunicadores como él, en peligro de muerte. “La Maison des Journalistes” lo recibió hasta finales del 2005.
Y así como “nadie quiere irse de su país”, lo cierto es que ninguno de los periodistas refugiados desea dejar su profesión, pero son pocos -muy pocos- los casos de quienes logran retomar los micrófonos, la pluma o el teclado… y recuperar el camino desandado para emitir de nuevo esa voz que disiente de la versión oficial.
Remy Ngono es precisamente una de esas contadas excepciones que lo ha logrado. Comenzó haciendo crónicas deportivas en París, aunque lo suyo en Camerún era el comentario político.
Finalmente logró abrirse sitio en Radio France International (RFI), una de las emisoras de mayor prestigio en Francia, y ahora combina este trabajo con su nuevo expertise: ser presentador de noticias de deportes en RTL (la compañía de televisión y radio más grande de Europa), donde de hecho se ha convertido en una figura de bastante éxito para el público galo.
“Es difícil olvidar, pero yo elegí esta profesión y sabía que era peligroso ejercerla en un país como el mío. Estoy contento de estar vivo, y aunque por ahora no puedo volver, hacer lo que hago hoy en Francia también es un ejemplo, una inspiración para quienes están todavía allá. La verdad, me considero afortunado, porque casi ningún colega en el exilio puede retomar la profesión… es muy raro, pero yo siempre me negué a hacer otra cosa, esta es mi vida, lo único que quiero y sé hacer”
Efectivamente, los comunicadores que han pasado por la Casa de los Periodistas han tenido que reconvertirse, aprender nuevos oficios y profesiones, y comenzar de cero en una tierra ajena.
En realidad, esta es la regla general que aplica a cualquier tipo de refugiado o asilado, aunque en el caso de los periodistas cuyas voces eran peligrosas en sus países, esta reinvención pasa por aceptar el nuevo destino de su “libertad de expresión”, que debe transformarse en una voz interna, libre pero sin tribuna… en una herramienta que se encamina hacia adentro, con un pensamiento que antes, al hablar, quiso transformar el afuera.
La libertad de prensa en crisis, y el refugio también
Para Reporteros sin Fronteras una de las preocupaciones actuales es el endurecimiento de las leyes de extranjería en la mayoría de países Europeos, un fenómeno que hace que las fronteras sean aún más peligrosas para quienes huyen de sus países por motivos políticos. Por esta razón, están ahora intentando crear consciencia sobre “los periodistas refugiados” en otras naciones del viejo continente.
Otra de las metas a mediano plazo de RSF, es realizar un acuerdo de cooperación con el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU, con el fin de lograr un tratamiento más eficaz y rápido en los casos de informadores que piden asilo, y que son amenazados de muerte por el ejercicio de su trabajo.
Hasta el día de hoy, esta situación no es considerada como “especial” por el ACNUR, y un periodista en peligro debe adscribirse a las reglas generales del refugiado, cuyo proceso de resolución puede tardar a veces años; y esta burocracia deja a los periodistas exiliados en una situación adicional de indefensión, puesto que en algunos países (como Irán o Eritrea), el sólo hecho de marcharse ya es considerado como una traición.
Y mientras Reporteros sin Fronteras intenta luchar contra “los depredadores de la prensa” en el mundo, agilizar los trámites burocráticos y facilitarle a los periodistas exiliados el paso de por las fronteras globales, la “Maison des Journalistes” enfrenta también su propia cruzada para que la iniciativa no se venga abajo.
Era de esperarse: la actual crisis económica ya golpea a algunos financiadores de la Casa de los Periodistas, y debido a ello, algunos servicios –primordiales para su misión- han tenido que mantenerse en mínimos, como es el caso del servicio psicológico, y otros han desaparecido por ahora y hasta nuevo aviso, como sucede con el periódico donde los huéspedes refugiados pueden volver a expresarse.
Pero las buenas noticias también existen
La “Maison des Journalistes”, fundada hace 7 años por los periodistas franceses Danièle Ohayon y Philippe Spinau, está hoy sustentada por los grandes medios de comunicación galos, y mientras esta solidaridad entre colegas no desaparezca, resulta poco probable que esta iniciativa decaiga totalmente… antes bien, otras instituciones con el mismo espíritu han comenzado a formarse.
En Alemania, dos periodistas germanos también están en vías de abrir un albergue para comunicadores con sede en la capital, Berlín, mientras que en España, la sureña ciudad de Cádiz quiere tener su propio refugio, y ha pedido asesoría a su homóloga francesa para continuar y ampliar la protección a los informadores amenazados de muerte en el mundo. Si todo va bien, estas dos nuevas “casas de periodistas” abrirán sus puertas en 2010, en las respectivas ciudades europeas.
“Son dos iniciativas totalmente independientes de la “Maison des Journalistes” –explica Danièle Ohayon- aunque hemos estado en contacto para contarles nuestra experiencia y que puedan aprender de nosotros lo que sea de utilidad para ellos… nosotros hemos inspirado estos nuevos proyectos y eso es bueno para la labor que estamos haciendo, que es ayudar y proteger a nuestros colegas del mundo”
Cierto. El panorama actual de la libertad de expresión, no es halagador.
Con respecto al 2008, el ACNUR ha reportado para este año un aumento del 12% en las solicitudes de refugio en 51 países, un incremento que sin duda incide en la cantidad de periodistas que estarán “perdidos” en esas cifras de los solicitantes de asilo político.
Citando nuevamente Danièle Ohayon: “hay países donde pasa el tiempo y la situación no evoluciona”. Y en cambio, hay lugares donde las cosas empeoran: este año, Pakistán desbancó a Irak como el país más peligroso para ejercer el periodismo, seguido por el territorio palestino de Gaza, luego por México, Rusia, Somalia, Sri Lanka, Nepal y Venezuela.
Sólo en el primer trimestre de 2009, 35 periodistas han sido asesinados por ejercer la profesión, y la última revuelta en Irán –nombrado ahora como la primera cárcel de las voces disidentes- presume con empeorar el horizonte de las libertades para expresarse con autonomía.
Por eso, iniciativas como la “Maison des Journalistes” en Francia, y de otras alternativas que comienzan a formarse, permiten por lo menos que esas voces disidentes sanen, y se mantengan encendidas, que no sean acalladas para siempre… aunque sea bajo el precio de mantener la vida a cambio del silencio… porque quizá –sólo quizá- ese silencio será sólo cuestión de tiempo.