En las escuelas sustitutivas, llamadas ‘ABEK’, las clases se dictan a la sombra de un árbol, sin edificios y con materiales mínimos; la educación acompaña el andar de sus estudiantes
En el distrito de Moroto, en la región nororiental de Uganda, aún no ha amanecido. A pesar de que todavía es muy temprano, un nutrido grupo de niños y niñas espera en fila frente al centro Namatwae de educación básica sustitutiva para niños y niñas karamoja, conocido por la sigla “ABEK”.
Las clases del centro se dictan bajo un árbol, a cuya sombra se ha trazado con cenizas un cuadrado que marca los límites del aula. El cuadrado tiene una apertura que representa una puerta, a través de la cual los niños van entrando al aula.
Las edades de los alumnos oscilan entre los dos años y el fin de la adolescencia. Algunos de los de más edad cargan a sus hermanos mucho menores sobre sus espaldas, complementando así sus responsabilidades como estudiantes con la obligación familiar de cuidar a los más pequeños.
Una niña llega al centro ABEK con un pizarrón que ha transportado desde un asentamiento cercano. La niña coloca el pizarrón al frente de la clase, apoyándolo en el tronco del árbol. Otros dos niños transportan una caja que contiene pequeñas pizarras y tizas que reparten entre sus compañeros y compañeras, que las usarán durante la clase.
Los planteles “acompañan” a las comunidades
El de Namatwae es uno de los 111 centros ABEK que se han establecido en el distrito de Moroto para que en los niños y niñas karamoja puedan disfrutar de su derecho a la educación. Por tratarse de una comunidad pastoril, los karamajong crían grandes rebaños de ganado en sus semiáridas tierras ancestrales de la región nororiental de Uganda.
«La naturaleza pastoril de esta comunidad requiere que sus integrantes se trasladen periódicamente de un sitio a otro, de manera que instalar una escuela en un sitio determinado no tiene mucho sentido, teniendo en cuenta el modo de vida de la población», explica Samuel Loduk, a cargo de la vigilancia y supervisión de los centros de aprendizaje ABEK en Nadunget.
Esta característica condujo al establecimiento de centros de aprendizaje no estructurado o «aulas móviles» diseñadas para satisfacer las necesidades de los karamajong. Las clases se imparten por la mañana temprano, idealmente antes de que los chicos lleven a pastar a los rebaños, y al final de la tarde cuando regresan a casa.
La escuela es como la luz, dice un padre de familia
«Recorro la aldea diciéndoles a los padres y madres que lleven a sus hijos e hijas a la escuela. Tenemos que asegurarnos de que nuestros niños no desperdicien esta posibilidad de tener una vida mejor», comenta Rose Nakut, una movilizadora comunitaria de Nadunget.
Uno de los padres que ha prestado atención a este mensaje es Nangiro Lowuya, padre de tres chicos que asisten a las ABEK: «La escuela es muy importante (…) la educación es como la luz».
Lowuya, dice que aunque él se ha pasado la vida criando ganado como su padre y su abuelo, decidió enviar a sus tres hijos de corta edad a la escuela para que disfruten de un futuro mejor.
UNICEF presta apoyo a los centros, ya que les suministra los materiales de enseñanza contenidos en las «escuelas en una caja», además de conjuntos de materiales recreativos, con elementos para el juego y la práctica de deportes.
UNICEF también apoyó la capacitación de instructores y facilitadores de ABEK, que provienen de las comunidades locales. La instrucción que se ofrece en los centros abarca la alfabetización y la aritmética. A tal fin, se emplean manuales en inglés y en ngakarimojong, el idioma local.