Una empresa social para el cultivo de hortalizas y verduras orgánicas en Sombor (Serbia) brinda nuevas oportunidades a las mujeres sobrevivientes de violencia machista
En uno de los tres invernaderos del «Buen Jardín», en la ciudad serbia de Sombor, crecen lechugas, espinacas, cebollas y albahaca. Dalida Macura, su coordinadora, revela el secreto de este pequeño oasis verde: «Les canto canciones, pero no puedo revelar cuáles».
El «Buen Jardín» es algo más que una empresa de cultivos orgánicos. En marcha desde 2015, pretende contribuir de forma innovadora al empoderamiento de las mujeres a través de su independencia económica, promoviendo al mismo tiempo un estilo de vida saludable mediante la producción y consumo de verduras orgánicas. La iniciativa es parte del proyecto SHE-Empowertment (ONAsnazivanje) del Fondo B92 de Belgrado, y cuenta con el apoyo del Fondo Fiduciario de la ONU para Eliminar la Violencia contra la Mujer. Los ingresos que se obtienen de los invernaderos se destinan a mantener la casa refugio para mujeres de Sombor y a actividades orientadas a la independencia económica de las sobrevivientes de violencia machista.
Cuidar el invernadero tiene efectos positivos sobre las mujeres maltratadas, sostiene Dalida | UN Women/Bojana BarlovacLa casa refugio ofrece un espacio seguro para que las mujeres que han sido maltratadas y sus hijos permanezcan durante un tiempo de transición hasta que puedan tomar decisiones informadas sobre su futuro. Una vez han recuperado la fuerza suficiente, explica Dalida, se unen a las tareas de ayudar en el jardín. Además, reciben formación por parte de los principales expertos en producción orgánica del país, que suelen ofrecer talleres en los tres invernaderos. La idea detrás de esto es que, dado que la mayoría de las casas de esta zona cuentan con un jardín propio, las mujeres puedan aprovecharlo para generar ingresos y avanzar en su independencia económica.
Dalida está de acuerdo con la idea de que cultivar un jardín posee un efecto curativo: «Cuando plantas una pequeña semilla en la tierra y crece convirtiéndose en una enorme planta que da 10 kilos de tomate tienes una sensación extraordinaria. Las plantas necesitan mucho amor y atención, hay que invertir mucha energía, y la naturaleza siempre cura y te devuelve ese bien».
Por ahora, los productos que se cultivan en sus invernaderos se venden en algunos mercados y establecimiento locales. Para que el proyecto sea sostenible en el tiempo, lo ideal sería su venta en grandes ciudades como Belgrado, donde existe una mayor conciencia sobre alimentación orgánica y menos prejuicios ante el aspecto de estas verduras y hortalizas, generalmente de tamaño más pequeño y en las que puede encontrarse algún pequeño bicho o gusano, apunta Ljiljana Gusic, presidenta de la asociación local de mujeres Breathe Life, a la que Dalida pertenece.
Mientras el «Buen Jardín» se consolida, los esfuerzos de Dalida ya han sido reconocidos. En abril de 2016, ganó el premio Smart Academy en el Foro Regional de Innovación Social de Serbia.