El médico congoleño Denis Mukwege y la joven activista iraquí Nadia Murad ganan el Premio Nobel de la Paz 2018
La Academia Sueca premia su lucha por visibilizar y combatir la violencia sexual como arma de guerra
El médico congoleño Denis Mukwege y la joven activista iraquí Nadia Murad ganaron de forma compartida el Premio Nobel de la Paz 2018 por su “crucial” contribución para visibilizar y combatir la violencia sexual utilizada como arma de guerra, de acuerdo con el Comité Nobel de Noruega en la edición 117 del galardón para el cual fueron nominados 331 candidatos.
Mukwege y Murad “pusieron en riesgo su seguridad personal al combatir valientemente los crímenes de guerra y buscar justicia para las víctimas”, asegura el boletín del Comité Nobel.
Precisamente en 2018 se cumplen diez años de que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptara la Resolución 1820, la cual determinó que el uso de la violencia sexual como arma de guerra y conflicto armado constituye tanto un crimen de guerra como una amenaza para la paz y la seguridad internacionales.
¿Quiénes son los ganadores?
Denis Mukwege, de 63 años, es un cirujano que ha dedicado gran parte de su vida a defender a las víctimas de violencia sexual en la República Democrática del Congo.
En 1999 fundó el Hospital Panzi en la ciudad de Bukavu en la región de Kivu del Sur donde ha tratado a más de 42 mil mujeres y niñas víctimas de violación y ablación, la mayoría de estos abusos fueron cometidos durante la larga guerra civil que costó la vida a más de seis millones de congoleños.
La asistencia que reciben las víctimas en el Hospital Panzi no solo implica la reconstrucción interna de los órganos dañados durante las violaciones, se trata de un programa de actuación basado en cuatro pilares: tratamiento médico, asesoría psicológica, legal y socioeconómica.
Por su ardua labor, Mukwege es actualmente el símbolo más importante y unificador a nivel internacional de la lucha contra la violencia sexual en la guerra y los conflictos armados; pero también se ha ganado enemigos. En 2012 sufrió un atentado en el que murió uno de sus colaboradores, justo un mes después de dar un discurso en la ONU en el que pedía una «condena unánime» contra los grupos rebeldes responsables de actos de violencia sexual.
La violencia sexual “es un arma de guerra peor que las convencionales. La mujer no solo es violada, sino que a menudo lo hacen varios hombres al mismo tiempo, delante de su comunidad, su familia, su marido y sus hijos. La deshumanizan y destruyen sus genitales, disparándoles, con productos químicos, quemándolas, usando plástico hirviendo», dijo en 2014 cuando el Parlamento Europeo le concedió el premio Sájarov a la libertad de conciencia.
«Acepto este premio por vosotras […] Esto demuestra que vosotras ya habéis sido reconocidas. Este premio no tendría sentido si no reconociera la lucha de la mujer», dijo en referencia al Premio Nobel según el diario local Actualité.
Nadia Murad tiene 25 años, es una ex esclava del grupo yihadista Estado Isalámico que se negó a aceptar los códigos sociales que obligan a las mujeres a permanecer en silencio y avergonzadas de los abusos a los que han sido sometidas y decidió convertirse en activista para visibilizar y combatir el horror de la violencia sexual en la guerra.
Es miembro de la minoría yazidi en el norte de Irak, donde vivía con su familia en la remota aldea de Kocho. En agosto de 2014, el Estado Islámico lanzó un ataque brutal y sistemático contra las aldeas del distrito de Sinjar, destinado a exterminar a la población yazidi. En la aldea de Nadia Murad cientos de personas fueron masacradas.
Las mujeres más jóvenes, incluidas las niñas menores de edad, fueron secuestradas y mantenidas como esclavas sexuales. Mientras estaba cautiva del Estado Islámico, fue sometida repetidamente a violaciones y otros abusos. Sus agresores amenazaron con ejecutarla si no se convertían a su versión del Islam. Después de una pesadilla de tres meses, Nadia Murad logró huir.
Nadia Murad es solo una de las aproximadamente 3 mil niñas y mujeres yazidi que fueron víctimas de violaciones y otros abusos sistemáticos y parte de una estrategia militar del ejército del Estado Islámico que sirvieron de arma en la lucha contra los yazidis y otras minorías religiosas.
En 2016, a los 23 años, fue nombrada la primera Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas para la Dignidad de los Sobrevivientes de la Trata de Personas. También ha recibido premios internacionales, entre ellos el Sájarov a la libertad de conciencia y el Václav Havel de derechos humanos.