Precisamente el mismo año en que estalló la Segunda Intifada en el conflicto Palestino-Israelí, un grupo de chefs comenzó a “cocinar” su propia propuesta de paz para Oriente Medio. Fue en 2001 cuando nació oficialmente Chefs for Peace, que integra hoy a 30 cocineros judíos, árabes y cristianos. ¿Su receta? Mezclar ingredientes de las tres culturas en un solo arte culinario, para que un día ese “sabor fusionado”, logre que los políticos de ambos bandos se sienten en la misma mesa, y compartan en armonía los alimentos que les da la Tierra Santa
Fue en el año 2000 cuando la Segunda Intifada (rebelión) palestina estalló en el maltrecho territorio de Oriente Medio. El grupo extremista árabe Hamas, convocó al “Día de la Ira”, luego de la muerte de varios palestinos en enfrentamientos con la policía israelí en la llamada zona de las Mezquitas…
Todavía hoy, el mundo recuerda esta cruenta fase de una guerra anquilosada en Tierra Santa, pues el primer año del nuevo siglo para Occidente, estrenaba así una nueva etapa de hostilidades entre dos pueblos milenarios: árabes e israelíes.
Lejos de la violencia y de los reflectores de la política, en una cena de gala que se realizaba en Positano, Italia, una nueva idea para la reconciliación de Oriente Medio se cocinaba a fuego muy lento durante ese mismo año 2000.
Kevork Alemian, un reconocido chef de origen armenio, había sido llevado a Italia para la ocasión, pero no era el “único gran chef” de la lista, a su lado estaban cuatro colegas más… dos de origen israelí… y dos palestinos…
De ese viaje, Kevork regresó a su casa en el barrio armenio de Jerusalem, con una idea metida en la cabeza: utilizar su profesión para demostrar que la convivencia entre las culturas que se disputan el territorio santo, no era del todo imposible. Su experiencia reciente se lo había comprobado.
“Éramos cada uno de una religión distinta, pero creamos una gran energía durante ese viaje. Fue divertido, convivimos e inventamos deliciosos platos juntos. Por eso me decidí a crear algo más sólido, bajo una idea muy sencilla: cuando la gente se sienta en la mesa convive; entonces, cocinemos para ellos, árabes e israelíes, no importa… hagamos que coman y convivan, evitemos las confrontaciones políticas con los sabores”
Así, Chefs for Peace, o Cocineros por la Paz, nació oficialmente en 2001, apenas un año después de la original idea de Kevork. La pequeña organización se conformó entonces con cuatro cocineros que venían de ambos lados del conflicto, enfrentados afuera en una guerra, cuya violencia iba en franca escalada.
Medio Oriente: una “papa caliente” para el mundo
Entender y explicar el enfrentamiento palestino-israelí es un galimatías que se complica día con día.
Esta zona, considerada además “Santa” por las tres principales religiones (la católica, la judía y la musulmana) no ha conocido la tranquilidad de esa santidad mística desde Noviembre de 1947, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) votó por la partición del territorio palestino para dar una porción a Israel, que sin embargo, no sería un Estado propiamente dicho sino hasta mayo de 1948.
Las hostilidades comenzaron así entre dos pueblos que antes no eran necesariamente enemigos, al menos no como hoy aparecen en las pantallas de la televisión y en los titulares de casi todos los medios de comunicación.
Lo cierto es que fue la ONU quien avivó ese mismo fuego que todavía hoy, intenta apagar. Con sólo 33 votos (de 57) a favor, la división de Palestina se hizo a razón de 46% del territorio para los árabes, y el 54% para los judíos, que en aquel momento, representaban una minoría en la zona.
Pero la política tiene razones que los fervores religiosos desconocen:
“Todos los historiadores independientes aceptan que la conmoción después del Holocausto judío, jugó un papel fundamental para que la ONU tomara esta decisión”, afirma el periodista español Miguel Ángel Bastenier, quien ha cubierto este conflicto durante los últimos 30 años de su carrera, es decir, ni más ni menos que la mitad de los 60 que dura ya el enfrentamiento.
Kevork Alemian, como muchos habitantes del Jerusalem actual, no ha conocido nunca la paz en este territorio. Hoy tiene 56 años, y sobrecoge el optimismo que tiene cuando habla de su absoluta convicción en que la paz en Oriente Medio no solamente es posible, sino que “deberá llegar… algún día, de una u otra forma”.
Su voz es sin duda la de la paciencia, la voz de alguien que sabe que hay cosas que “sólo se cocinan a fuego lento”. Hoy, a 8 años de su creación, la organización de Chefs por la Paz, ya opera con una treintena de cocineros, cuyos integrantes han llevado el mensaje de la convivencia pacífica a países como Alemania, España, Italia, Portugal, Argentina, Chile, Tailandia y Japón.
“Cuando viajamos juntos, la gente puede ver que nosotros, musulmanes, judíos y cristianos convivimos sin ningún problema para hacer nuestras creaciones culinarias… y uno de los requisitos de nuestro grupo es que todas nuestras recetas se hagan mezclando ingredientes de las tres culturas, sólo esa fusión de sabores es lo que hace que nuestros platillos sean tan especiales… lo mismo deberíamos lograr con los seres humanos, eso es lo que buscamos”, afirma Kevor en la entrevista con Corresponsal de Paz.
Rana Bullata, es árabe, tiene 38 años, y vive en Jerusalem desde que tenía 2 años. Tampoco conoce la paz en Oriente Medio y sin embargo, habla de ella como si alguna vez la hubiera visto… o quizá habla así, porque la ha visto, al menos a pequeña escala, trabajando como “la mujer orquesta” que organiza la logística internacional de Chefs por la Paz.
“Cuando vives en un lugar como este, debes ser fuerte si has decidido trabajar por la paz. Para mí es inspirador ver cómo trabajan ellos (los cocineros), porque sé que tienen miedo también, como todos aquí, pero cuando se reúnen, ellos hablan, ríen, se olvidan de lo que pasa allá afuera y se ponen a crear cosas deliciosas en medio de toda esta tensión, para luego llevarlas a otros países y poder hablar de la paz… ojalá que la gente también pueda escucharnos algún día, a los que no queremos el conflicto”, dice Rana.
Sobre la mesa: Jerusalem, “corpus separatum”
Miguel Ángel Bastenier, autor del libro «Israel – Palestina: La casa de la guerra» (Taurus, 2002) y uno de los especialistas indiscutibles, que habla de memoria sobre el conflicto en Oriente Medio, recuerda sin embargo que “partir el territorio” no era la única propuesta que la ONU tuvo sobre la mesa para decidir la suerte de Palestina e Israel.
“No. También estaba la alternativa de crear un Estado unitario binacional, donde ambas culturas pudieran convivir, con ciertas garantías para las minorías, que en ese entonces eran los judíos, pero la comunidad internacional se decantó finalmente por presentar la propuesta de la partición ante la Asamblea y esto fue lo que se sometió a votación”; afirma Bastenier, para quien hoy esta solución sería absolutamente impensable, precisamente por los actuales niveles de confrontación.
Sin embargo, y aunque toda paz parece lejana en el “cercano Oriente”, lo cierto es que esta solución, que fue apoyada en su momento por pensadores como Hannah Arendt (judía, autora de la “banalidad del mal”) todavía hoy encuentra francos seguidores no solamente del lado palestino, sino de intelectuales judíos como Jeff Harper, Ilan Pappe, (autor de “La limpieza étnica de Palestina”) o Joel Kovel, quienes coinciden en que su propio estado, el judío, ha llevado la violencia contra Palestina, demasiado lejos.
Pero como en casi todos los conflictos, son precisamente las voces moderadas, las que buscan las salidas a los conflictos, las que menos se escuchan en la arena política:
“Yo siempre digo que los políticos son los jugadores, nosotros los ciudadanos somos la pelota con la que juegan, y las voces de paz casi siempre se quedan en la banca, sin participar en ese juego. La política puede ser peligrosa, pero nosotros, en la cocina por ejemplo, también usamos objetos peligrosos, como los cuchillos… pero los usamos para crear, no para destruir a nuestro prójimo… todo depende del uso que le des a tu trabajo”.
Chefs por la Paz, la organización fundada por Kevork Alemian, nació precisamente en la ciudad reverenciada por las tres culturas y religiones que hoy habitan esa zona siniestrada: Jerusalem, un lugar “santo”, que el plan de partición de la ONU denominó como una ciudad internacional de “corpus separatum”, delimitada política y geográficamente para quienes hoy pelean su total dominio… un estatuto, que no se ha puesto en marcha a cabalidad en estos 60 años que dura el conflicto palestino-israelí.
Una buena digestión, depende de una conciencia tranquila
En esta especial cocina multiétnica, los cocineros se han impuesto sus propias limitantes para evitar la confrontación. En su carta de intención está escrito que su tarea principal es crear sabores que “unan”; y con estos platillos, viajar por el mundo «para pedir a la comunidad internacional y a los responsables de ambos lados que se involucren en el proceso de paz”. Pero eso sí, entre ellos, hablar de política es un asunto sagrado:
“Nosotros no hablamos de política. Nosotros lo que queremos es lograr que los grandes políticos, los que toman las decisiones en este conflicto, puedan un día sentarse a la misma mesa, a compartir los alimentos, y ellos sí, que hablen de política”
Hay quien afirma que es difícil odiar aquello que conoces, o que por lo menos, te es familiar… y el escritor francés Paul Valery, decía que “la guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen, pero no se masacran”.
En el pasado, Kevork Alemian ya tuvo la oportunidad de cocinar para personajes clave, como Yasser Arafat, el fallecido líder palestino, así como para otras luminarias de la política israelí… pero siempre por separado.
Lo que aún no ha logrado, -y ese es su sueño-, es reunir en un mismo convivio de comensales a los dirigentes de ambos lados del conflicto, y ofrecerles platillos creados ex profeso con ingredientes de la “Tierra Santa”, para saber si, como dice el refrán español: “el buen alimento, crea entendimiento”
“Kevork quiere algún día hacer una gran gala para los principales políticos y hacerlos sentarse en una misma mesa a disfrutar platos cocinados por israelíes y palestinos: en una palabra, quiere que ellos puedan saborear el sabor de la paz en Medio Oriente”, afirma Rana Bullata, la asistente del fundador de la organización, que como todos los demás, trabaja como voluntaria para Chefs for Peace desde su nacimiento en 2001.
Y en ese entonces, como ahora mismo, el mundo veía los efectos de la violencia, e ignoraba que las voces por la paz en Oriente Medio, también cocinan sus propios movimientos.
Lubetzky, o las coincidencias de la paz y la cocina
La fundación “One Voice” nació curiosamente en otra de las muchas etapas desesperanzadoras del conflicto en Oriente Medio. Entre 2002 y 2003 había fracasado otro intento más para pacificar la zona.
Daniel Lubetzky, judío de origen mexicano, se decidió a crear esta iniciativa precisamente con la intención de dar una plataforma de expresión a las voces moderadas, aquellas iniciativas individuales o colectivas que pugnaban por salidas no violentas al enquistado enfrentamiento palestino-israelí.
Pero esta no era esta la primera incursión de Lubetzky por intentar buscar soluciones creativas y no violentas ante esta guerra que le tocaba de manera muy personal:
“Efectivamente, mi padre sobrevivió al Holocausto y al contrario de lo que le sucedió a muchas personas, él supo siempre dirigir su experiencia del horror, e inculcarnos a nosotros una cultura de tolerancia, de la búsqueda de puentes y diálogo para evitar que algo así volviera a ocurrir en el mundo (…) él siempre nos recordó que aún en los peores momentos hay atisbos de humanidad, y que valía la pena levantar la mirada hacia un futuro mejor, por eso yo creo en la posibilidad de la paz”
En 1994, Daniel Lubetzky se decidió a probar una teoría que le había rondado en la cabeza desde su época de estudiante en Jerusalem: quiso probar que la paz en Oriente Medio podría potenciarse al mejorar las relaciones económicas entre las partes enfrentadas. Y la idea funcionó.
Su compañía “PeaceWorks” lleva ya 15 años facilitando el intercambio comercial entre productores sumidos en zonas de conflicto.
Comenzó con Israel y Palestina, porque era el enfrentamiento que en un principio quiso resolver con esta tesis, aunque ahora los beneficios de su compañía se han extendido a productores de Turquía, Egipto, Sri Lanka y Australia.
Retando a quienes le auguraban un fracaso en esta singular empresa de “economía y paz”, Lubetzky se dedicó a buscar aquellos mercados coincidentes, donde la cooperación entre árabes e israelíes pudiera darse con más facilidad.
Finalmente, “Eureka”! Daniel se encontró con una deliciosa especie de tomates que se producían en la zona, y que lo llevaron así a decantarse por el mercado de los alimentos, ésa sería la base de su compañía, que buscaba la paz a través de los negocios
“Confieso que exploré otras posibilidades antes de dar con esta solución. Sin embargo, una sencilla metáfora me vino a la mente: la gente que comparte el pan, no puede odiarse totalmente. Fue así que tomé entonces la decisión, y ha sido una excelente plataforma para crear vínculos, para extender lazos, para encontrar coincidencias… para distender las diferencias”.
Actualmente pequeños y medianos productores de alimentos frescos de diversas regiones (sobre todo de Israel y Palestina) hacen negocios, intercambios y exportaciones a través de PeaceWorks, cuyos beneficios llegan a por lo menos unas mil familias a nivel global.
Por su parte, la fundación One Voice, la segunda iniciativa creada por Daniel Lubetzky, ha formado en estos años a unos 1,800 jóvenes líderes por la paz, y cuenta en la actualidad con más de 650 mil miembros en Oriente Medio.
Con PeaceWorks y One voice, miles de “voces pacíficas” aumentan aquí su poder de expresión, y amplifican así la fuerza quienes buscan soluciones y coincidencias para resolver un conflicto que –probado está- la política no ha hecho sino empeorar en más de medio siglo de enfrentamientos.
Sin embargo, Lubetzky que hoy tiene 40 años, 15 de ellos dedicados a fortalecer el entendimiento de la zona, sabe que queda mucho por hacer para llegar a “tocar una paz tangible” en Oriente Medio:
“Sin duda las relaciones económicas ayudan, porque no hay paz sin progreso, otro reto enorme que tenemos es realmente lograr que las posturas moderadas se escuchen tanto, o más que la violencia, que parece que es lo único real en esta zona… estas condiciones son necesarias, por supuesto, pero no suficientes… la solución política también debe llegar a Oriente Medio”
Por lo pronto, resulta cuando menos sorprendente que quienes fundaron Chefs for Peace y el creador de PeaceWorks, hayan llegado a la misma conclusión de fomentar la paz a través de la simple y bella metáfora de que “los alimentos unen más de lo que nos separan”… una simple y bella metáfora, que es precisamente por ello, complicada de llevarse cabalmente a la práctica, con las grandes esferas políticas sentadas en una misma mesa.
Pero si dos personas como Daniel Lubetzky y Kevork Alemian, separadas por la distancia y las edades, han podido pensar en una solución tan similar, y se han unido en la experiencia, cabe quizá tener una esperanza para Israel y Palestina.
Como dice una vieja canción pacifista: “Que el ánimo siga encendido, muchos aún no han sido servidos… la mesa está puesta, tomemos ahora nuestro lugar, con la humanidad”